Hoy quiero compartir con ustedes una historia que me llamó mucho la atención. Es una historia que habla sobre una vida disciplinada. Muchas veces no queremos seguir las reglas y disciplinas, pero la vida está llena de ellas.
La queja de los padres
A Carlos no le gustaba vivir en la casa de sus padres debido a las continuas “quejas” de su padre.
“¡¿Vas a salir de la habitación sin apagar el ventilador!?”
“La televisión del salón está encendida y no hay nadie mirando. ¡Date prisa y apágala! “
“¡Ve a regar el jardín y después riega el césped, por favor!”
A Carlos no le gustaba que su padre lo regañara por estas cosas menores. Sus niveles de tolerancia se habían estirado hasta el límite ahora. Pero no podía hacer nada ya que vivía con ellos en la misma casa.
Sin embargo, mientras reflexionaba, Carlos recibió una invitación para una entrevista de trabajo.
“Tan pronto consiga el trabajo, dejaré esta ciudad y conseguiré mi propio lugar. Así ya no tendré que aguantar los regaños de mi padre”, estos fueron sus pensamientos.
Cuando estaba a punto de irse a la entrevista, su padre le aconsejó:
“Responda las preguntas que te hagan sin dudarlo. Incluso si no sabes la respuesta, contéstales con confianza“. Y le dio más dinero del que realmente necesitaba para asistir a la entrevista.
Durante el trayecto no podía parar de pensar en las preguntas que le harían y cómo actuaría ante ellas.
Al llegar a las instalaciones de la empresa para la entrevista programada, notó que no había guardias de seguridad en la puerta. El pestillo sobresalía y golpeaba a las personas que entraban por la puerta. Carlos entonces volvió a poner el pestillo correctamente, cerró la puerta y entró en el local.
Justo al entrar se deparó con un bonito jardín, lleno de plantas y flores. Notó que había una manguera tirada en el suelo que no paraba de chorrear agua por todo el camino, probablemente el jardinero la había olvidado allí. Carlos levantó amablemente la manguera y la colocó cerca de una de las plantas antes de dirigirse a la recepción del edificio.
Al llegar a la recepción, buscó a la recepcionista pero no encontró a nadie. Sin embargo, había un cartel pegado en la pared que decía que la entrevista sería en el primer piso. Entonces Carlos fue en dirección a las escaleras y las subió lentamente.
Las luces de las escaleras estaban encendidas aunque las escaleras estuvieran fuertemente iluminadas por la luz del día. Recordó entonces la advertencia de su padre: “¿Por qué sales de la habitación sin apagar la luz?” y pensó que ahora no era momento para recordar eso. Aunque se sintió molesto por ese pensamiento, buscó el interruptor y apagó la luz.
Al llegar al primer piso, dió de cara con una puerta que daba a un gran salón, de lejos pudo ver a muchos aspirantes sentados esperando su turno. Miró la cantidad de personas con cierta ansiedad y se preguntó si tendría alguna posibilidad de conseguir el trabajo.
Se acercó a la puerta con cierta aprensión y pisó la alfombra de “Bienvenida” que estaba cerca de la puerta. Se dio cuenta de que la alfombra estaba mal puesta, así que antes de abrir la puerta, enderezó la alfombra y pensó “los hábitos son difíciles de morir“.
Al entrar en el salón, vio a todos los aspirantes sentados esperando sus turnos, todos estaban sentados en la parte delantera de la sala, mientras que las últimas filas estaban vacías. Había 2 ventiladores ventilando la parte trasera donde no había nadie.
Carlos entonces recordó la voz de su padre diciendo: “¿Por qué el ventilador está encendido en una habitación donde no hay nadie?”. Inmediatamente apagó los ventiladores que no eran necesarios y se sentó en una de las sillas vacías.
Mientras esperaba, vio a muchos de los aspirantes entrar en la sala de entrevistas y salir inmediatamente por la puerta de salida. Lo que le preocupó mucho, pues no podía saber cuáles eran las preguntas.
Cuándo finalmente le tocó el turno, se levantó y entró a la sala de entrevista y se detuvo delante de los entrevistadores.
El entrevistador tomó su curriculum y, sin mirarlo preguntó: “¿Cuándo puedes comenzar a trabajar?”
Carlos pensó “¿Es una pregunta capciosa o me está ofreciendo el trabajo?”. El estaba confundido.
“¿Qué estás esperando?” preguntó el entrevistador.
“No le hicimos ninguna pregunta a nadie aquí. Haciendo algunas preguntas, no podremos evaluar las habilidades de nadie. Por eso nuestra prueba fue evaluar la actitud de la persona. Creamos ciertas pruebas basadas en el comportamiento de los candidatos y observamos a todos a través de las cámaras. Nadie que vino hoy hizo nada para arreglar el pestillo de la puerta, la manguera, la alfombra de bienvenida, los ventiladores o las luces inútiles en funcionamiento. Fuiste el único. Por eso hemos decidido seleccionarlo para el trabajo”, dijo el entrevistador.
En aquel momento, todo hizo sentido en su cabeza. Carlos siempre se irritaba por la disciplina y las reprimendas de su padre. Se dio cuenta de que fue el “regaño” y la disciplina lo que le hizo conseguir aquel trabajo. Su irritación y enojo con su padre se desvaneció por completo.
Después de algunas otras formalidades, le entregaron su contrato de empleo y se fue feliz a casa.
¡Todo lo que nuestros padres nos dicen o enseñan es para nuestro bien, siempre con el objetivo de darnos un futuro brillante!
Conclusión
Una piedra no se convierte en una bella escultura si resiste el dolor del cincel que la partió.
Para convertirnos en una hermosa escultura y en un ser humano, debemos aceptar las advertencias que esculpen los malos hábitos y comportamientos de nosotros mismos.
Eso es lo que hacen nuestros padres cuando nos disciplinan. La madre levanta al niño para alimentarlo, acariciarlo y ponerlo a dormir. Pero el padre lo levanta sobre sus hombros para que pueda ver el mundo.
Un abrazo. ¡Gratitud siempre!